El contraste ente el timbre arcaico del órgano y la modernidad de la música crea un ambiente a veces misterioso, a veces melancólico y muy narrativo.
El cuadro que se ve en el vídeo se titula Les Grandes Baigneuses y lo pintó Cézanne en 1906.
Los clásicos contemporáneos de Epsilones
El contraste ente el timbre arcaico del órgano y la modernidad de la música crea un ambiente a veces misterioso, a veces melancólico y muy narrativo.
El propio autor cuenta que la pieza oscila entre los dos polos del violín, entre lo que tiene de angelical y lo que tiene de demoniaco.
La idea fija es esa melodía que, como nos enseñó Berlioz en la Sinfonía Fantástica, vuelve una y otra vez transformada de mil maneras. Mantovani le saca además partido a los timbres de la orquesta, hace que todos sean un poco solistas, cuerdas, percusiones, metales y hasta la propia orquesta cuando la lleva al estruendo.
El absurdo del título hace referencia al tempo endiablado y al virtuosismo instrumental llevado al límite. El resultado parece de otro mundo.