viernes, 13 de octubre de 2023

Maurice Ravel. La valse (1920)

Como todo el mundo, siempre he visto en este poema coreográfico de Ravel el desmoronamiento de la sociedad occidental. El vals, símbolo de orden, riqueza y felicidad, se descompone poco a poco en algo tétrico, patético, catastrófico. La valse, resultado de la Primera Guerra Mundial, no podía reflejar otra cosa. Era, a fin de cuentas, el vals que terminaba con todos los valses. El último vals.

Sin embargo, una nueva escucha hace unos días en el Barbican Hall de Londres, con la London Symphony Orchestra dirigida por Antonio Pappano, me hizo ver otra interpretación, no contradictoria con la anterior: asistimos a la lucha entre el orden y el caos, representadas respectivamente por el vals como debe ser y por esa otra cosa que inventa Ravel en la que todo parece hacerse añicos. Hacia el final de la pieza esto se hace patente cuando el orden parece resistirse en un último esfuerzo de claridad tonal que se ve aplastado sin piedad por un caos finalmente triunfante.
 

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El escenario del Barbican Hall el 8-10-2023. 

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