Estas tres líneas explican de alguna manera algunas de sus paradojas: seguidor de las técnicas seriales de Schönberg, se preocupó de introducir en sus composiciones elementos musicales españoles en general y catalanes en particular. Amante de su tierra natal, a la que añora, la recuerda inevitablemente con la amargura del exiliado, del que ha sufrido y sufre la injusticia del fascismo triunfante.
Su concierto para piano y cuerdas es magnífico. En el primer movimiento el piano desgrana las series de notas casi con rabia, pero sin renunciar nunca a la musicalidad. En el segundo movimiento los arpegios recuerdan rasgueos de guitarra mientras las notas del Dies Irae medieval suenan admonitorias. En el tercer movimiento vuelve el piano con intensidad sin olvidarse de recordar el ritmo de una jota.
Los tres movimientos del concierto son:
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