Quien escribió un canto para matar culebras venenosas (Sensemayá) fue el poeta cubano Nicolás Guillén en 1934. Un buen día el mexicano Silvestre Revueltas lo escucho en la voz del propio poeta y se quedó fascinado por el ritmo de la invocación que en el poema se repite una y otra vez:
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
El resultado es Sensemayá, una pieza intensa, de gran complejidad, con ritmos oscuros, profundos, que evocan viejos ritos africanos a través de su descendencia cubana y todo ellos gracias a la mente de un mexicano íntimamente influido por un ruso.
Emocionante.
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Podemos hacernos una idea de lo que sintió Revueltas cuando escuchó a Guillén recitar su poema escuchándole nosotros mismos:
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